EL MEZQUITE

Imagina un árbol que desafía el sol, la sequía y la tierra árida… Ese es el mezquite.

Prosopis laevigata, un gigante del semidesierto mexicano, que no solo sobrevive, sino que regenera su entorno.

Desde tiempos ancestrales, pueblos originarios lo veneraron como un árbol sagrado, un eje cósmico que sostenía el universo en su tronco robusto. Su vaina alimentó a cazadores y recolectores, nutrió a familias enteras y se convirtió en símbolo de vida y pertenencia en territorios inhóspitos.

Códice Quinatzin
Códice Quinatzin

Códice Quinatzin.

Códice Boturini
Códice Boturini

Códice Boturini.

De entre 4 y 12 metros de altura, con ramas que se extienden creando un microclima único, el mezquite desarrolla raíces profundas capaces de extraer agua del subsuelo y transformar la tierra árida en un oasis.

Sus hojas finas y espinosas, sus flores delicadas y sus vainas, son signos de un árbol que ha sobrevivido y florecido gracias a su resiliencia y versatilidad.

Nuestro árbol

Nuestra vaina

El verdadero tesoro del mezquite está en su fruto: la vaina.

Esta legumbre indehiscente, con una corteza leñosa que protege semillas ricas en proteína y un mesocarpo dulce y cargado de azúcares naturales, es una mina de nutrientes y posibilidades.

El balance único de azúcares, fibra y proteínas hacen de la vaina una materia prima ideal para la innovación alimentaria, desde fermentaciones hasta harinas funcionales.